Inspirado en las palabras de Shiye You Lizong, con enseñanzas de Shifu You Weiri.

Hace poco, una publicación del maestro You Lizong, mi Shiye (Maestro de mi Maestro), despertó en mí una reflexión sobre la práctica espiritual y sus diversas dimensiones. Inspirado por sus palabras, decidí escribir este post que además he querido enriquecerlo con valiosos fragmentos de las enseñanzas de mi maestro, You Weiri. 

Las palabras de ambos, llenas de claridad y profundidad, ofrecen una guía poderosa para todo aquel que busque cultivar su interior con autenticidad. Creo sinceramente que los temas que aquí se abordan de manera sencilla, son de gran relevancia y que merecen ser contemplados con atención y apertura. 

Introducción.

Vivimos en tiempos que en la tradición se conocen como la era del fin del Dharma (末法时代), una etapa donde las enseñanzas verdaderas parecen diluirse, pero paradójicamente, es también una época en la que muchas personas despiertan. Y no son sólo ancianos o monjes: hay jóvenes, madres, trabajadores, estudiantes… seres humanos comunes con inquietudes profundas y el anhelo de una vida con sentido. 

Sin embargo, como bien nos recuerda el Maestro Lizong, donde hay luz, también habrá sombra. La aparición de verdaderos cultivadores siempre irá acompañada de falsos guías, impostores o simplemente personas confundidas. Por eso, aprender a discernir es hoy más necesario que nunca. 

No todo el que viste hábito es un cultivador.

Uno de los primeros errores que cometemos al hablar de espiritualidad es juzgar por las apariencias. Vemos una túnica taoísta o un hábito monástico y asumimos automáticamente que estamos ante una persona despierta. Pero el Maestro You Lizong lo deja claro: las vestiduras no garantizan el despertar. De la misma forma, una persona vestida con ropa común, sin signos religiosos visibles, puede ser un verdadero sabio o incluso un Bodhisattva viviente. 

Shifu Weiri, en su acompañamiento cercano, insiste en este punto con fuerza compasiva: 

“El Maestro verdadero no necesita ser reconocido. Su enseñanza se manifiesta en su estar, en su vivir, en cómo trata a los demás cuando nadie lo observa.” 

¿Qué es, entonces, la verdadera práctica? 

Shiye Lizong nos lo resume con precisión: 

“La práctica es observar cada pensamiento, cada intención que surge en tu interior.” 

No se trata de repetir mantras o acumular rituales vacíos. La verdadera cultivación comienza cuando uno se vuelve consciente de su mente, de sus emociones, de las intenciones ocultas detrás de las palabras. La práctica genuina es una vigilancia constante del corazón, un respeto profundo por la ley de causa y efecto (因果). 

En paralelo, en una de las conversaciones con Shifu You Weiri compartíamos un
pensamiento “cultivar no es controlar lo que piensas, es aprender a mirar sin agarrarte».

El verdadero practicante, entonces, no lucha con su mente, sino que la observa desde el corazón silencioso. Esa es la raíz de la práctica real. 

La vida cotidiana como campo de cultivo.

El lugar donde más se evidencia el fruto de la práctica no es el altar, sino el hogar. Quien
cultiva sinceramente, no necesita demostrarlo. Las personas que viven a su lado, pareja, hijos, padres, amigos, lo sienten. La energía que emite, la calma que transmite, la sabiduría de sus palabras y la bondad de su conducta hablan por sí solas.

Shifu You Weiri expresa el cultivo cotidiano así:
“La hierba tierna que crece al pie de un árbol centenario, extendido, desgarrado y
arrancado por la tormenta, permanece en pie ¿por qué? Porque la hierba se ha doblado
hasta que su punta tocó la tierra, pero nada pudo arrancarla, porque supo conservar su
ternura, su flexibilidad y su resiliencia. La hierba, al igual que la obediencia, la lealtad y la humildad, deben permanecer intactas”.

Nadie puede fingir ante quienes le ven cada día. Puedes engañar a los demás, pero no a tu familia. Si tus seres queridos notan una transformación positiva en ti, más allá de las palabras, entonces sabes que estás cultivando de verdad.

¿Y la comida? ¿Hay que ser vegetariano para cultivar? 

Shiye aclara una de las confusiones más comunes: el vegetarianismo no es un requisito absoluto. Por supuesto, comer sin causar daño es una acción virtuosa, pero obligarse a dejar la carne por obligación o para “parecer espiritual” es una forma de apego. 

Una vez más, lo importante no es la forma externa, sino la conciencia desde la cual vivimos. 

¿Puede un practicante cometer errores? 

Sí. Y lo hará.

Antes de cultivar, estamos inmersos en emociones como la codicia, la ira, la ignorancia, el orgullo o la duda (贪嗔痴慢疑). No las vemos, no las reconocemos, y culpamos a los demás por todo. Pero después de cultivar, uno empieza a mirar dentro. A reconocer los pensamientos negativos, los gestos desconsiderados, las palabras hirientes. Y cuando uno lo ve, lo reconoce y lo corrige, eso es en sí mismo una bendición.

La autoconciencia es el primer fruto del cultivo sincero.

La clave: firmeza en la causa, flexibilidad con el fruto.

El Maestro Lizong nos deja una joya para cerrar: “En el fruto, sé flexible. En la causa, sé firme.”

Esto significa que uno debe ser estricto en su comportamiento presente, para no generar nuevas causas negativas. Pero cuando los frutos del pasado aparecen, sean agradables o dolorosos, uno debe aceptarlos con serenidad, sin aferrarse al placer ni quejarse del dolor.

Shifu You Weiri sentencia: “El ego, la avaricia, la búsqueda de poder o de distinciones siempre serán causa de conflictos y caos.”

Por tanto debemos ser especialmente conscientes y honestos con nosotros mismos para no caer en nuestra propia trampa.

Aceptar el destino sin resignación, vivir con responsabilidad sin rigidez, ese es el verdadero Tao.

Conclusión.

La práctica espiritual no consiste en rituales complejos, ni en normas estrictas, ni en vestir de una forma concreta. Consiste en una transformación silenciosa, interna, real, visible tan solo para quienes comparten contigo el día a día.

Gracias a las enseñanzas de nuestros queridos Shiye You Lizong y Shifu You Weiri, comprendemos que la verdadera práctica se basa en autoconocimiento, respeto por el karma, observación constante y una profunda compasión por todos los seres.

Me gustaría terminar con un mensaje que me enviaba Shifu You Weiri hacer unos meses por el año nuevo:

“En cada uno de tus pasos, un progreso.
En cada una de tus respiraciones, una palabra sabia.
En cada latido de tu corazón, un estremecimiento.
Que donde quiera que estés, brille siempre la Divina Luz.”

Comparto con vosotros estas palabras que guían mi día a día con mi familia y quienes me rodean, en mi escuela, en mi trabajo. Que estas os guíen en vuestro propio camino y que podamos ver más allá de las formas, cultivando el espíritu en cada paso. 

Eduardo Sanz – You Xixian.